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Lo que no digo

Atragantarme de vos, cerrar los ojos y entregarme al placer, volcarme desnuda a tu piel como si siempre volviera a ella, como si cada una de mis células se fusionara tocándote, como si no quisiera hacer otra cosa que escucharte pidiéndome que pare, que me detenga, que sostenga las ganas, el hambre, la prisa, el deseo. 

Y en cada movimiento confirmo que este no puede ser otro encuentro, que algo mío habitaba dentro tuyo, en potencia, justo ahí donde nadie más podía llegar, entre mis sombras y tus besos. Esto que soy en pleno acto reflejo estaba ahí, esperándome, buscando una excusa, un motivo, una chispa, para prender todo fuego.

Entonces me agarrás del cuello y mis piernas se abren, van a tu encuentro, te miro fijo y me entrego de lleno, buscándote con la mirada tierna. Me siento chiquita, como un animal indefenso, quiero rendirme, pedirte que te quedes, que acá es donde pertenezco. En una cama despojada, sin palabras, solo siendo.

Y siento como toda esa juventud de la que tanto hablan, esa que anhelan cuando ya pasó el momento, se nos escapa entre los dedos; veo cómo la arena corre y las cosas se derrumban pero yo me quiero quedar con vos desafiando el tiempo entre risas y jadeos, sin certezas de dónde arranca uno y dónde termina el otro, anudados sin sentido, antes, mucho antes de acabar, lejos de palabras que nos eclipsan y de nuestros miedos contaminando todo de pretextos, haciéndonos actuar según lo que presuponemos, marionetas atadas a la idea del querer ajeno. 

Porque me agota, me cansa, me da mucha pereza tanta neurona metida entre mis impulsos, tanto pasado revuelto entre mis sábanas. Solo quiero ser posibilidad, promesas sin forma, antesala de un cuento. Solo quiero ser este rato de desenfreno dilatado y etéreo, sostener el imposible, que nada cambie, que nos elijamos a pesar de que cambie el viento. 

E incluso si te vas, que vuelvas a mí como olas replegándose tras haberse alejado demasiado de la orilla solo para descubrir que no había tanto allá afuera, que acá no te sentías extranjero, que la playa parece atractiva pero te absorbe, te condena, con algo de vos se queda. 

Y entonces, solo quizás, te darías cuenta que el horizonte no estaba allá adelante, del otro lado del médano, sino acá conmigo, en todo este océano.

🌊

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