Llamada entrante
“¡Contate algo!”, me dice cuando me atiende.
Y yo arranco en desorden a desparramar ideas como me sale, todo inconexo, intentando ilustrar lo que siento mezclado con lo que pienso.
Que todo es un bardo, que a veces me abrumo pensando en el universo, que hace rato sospecho que todos somos niños jugando a ser adultos, que de a ratos siento todo mucho y de repente todo poco. Que no entiendo a dónde va a parar lo que damos cuando algo se termina.
Él me escucha con atención, me da su opinión, me aconseja. A veces más convencido que otras porque no sabe ni para dónde voy y le quiero explicar que para ningún lado (como cuando estás yendo a la cocina y te olvidás lo que estabas por ir a agarrar, ¡a ningún lado!)
Que las palabras no siempre me alcanzan. Y no sé si alguna vez van a alcanzar. Que si pudiera dormir no serían inquietudes. Que hay pocas personas con las que permitirse el absurdo.
Pero él quiere ayudar, porque es mi hermano más grande y eso es lo que siente que tiene que hacer. Y yo lo dejo, porque si nos vamos a perder que al menos sea juntos.
Entonces formula preguntas y construye hipótesis. Despliega gráficos y desarrolla planes de acción con firmeza y convicción, como si todo tuviera algún tipo de sentido o mejor aún, como si nosotros pudiéramos descifrarlo en esa llamada.
Y nunca se lo digo pero para mí no hay nada mejor que narrarme a su lado. Porque en el intento de hacerlo me encuentro y sé que detrás de todo eso que creemos decirnos en realidad solo estamos buscando confirmar que yo soy yo y él es él, y todo va a estar bien mientras nos tengamos.
Cuando está a punto de cortar, derrotado y abatido por haber fallado monumentalmente en la tarea de resolver otro enigma cotidiano, le agradezco.
Se escucha un silencio, lo siento recalculando. El rompecabezas sigue disperso, la «X» no parece haberse despejado. Sin embargo mi entusiasmo refleja lo contrario.
Corto el teléfono, el planeta reactiva su paso y por dentro espero que quizás, solo quizás, algún día se dé cuenta que en realidad nunca me interesó encontrar las respuestas, solo compartir las dudas con él.
Porque mi hermano cumplió 30 pero yo tengo 26. Es decir que él conoció un mundo sin mí, pero yo no tengo idea cómo será uno sin él. Y mientras todo parece ser efímero, él es mi único infinito: está ahí desde el principio y me va a acompañar en cada final.
Feliz cumpleaños Lu.
Si me dan a elegir, yo voto por quedarme siempre comiendo sanguchitos con vos 🥪 ❤️